Antes y después del Imperio del Sol Naciente.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Nombres


Nunca fui buena para los nombres. Mas bien siempre fui horriblemente mala. Es un problema congénito, calculo yo, ya que ha sido así desde que tengo memoria. No es desaprensión o falta de interés. Es solo que mi capacidad de retención de los nombres de aquellas personas con las cuales no tengo un trato asiduo es vergonzosamente limitada. Y desgraciadamente no es una limitación exclusiva para gente que se encuentra fuera de mi circulo intimo. Pídanme que cite los nombres de, por ejemplo, los hijos de mis primos y sinceramente me autocensuro de antemano temiendo generar una desavenencia familiar. Ok, convengamos que no son niños a los cuales vea ni siquiera una vez por año pero estamos hablando de personas que llevan mi mismo apellido y no tengo idea de cómo se llaman. Patético.

Recuerdo mi primer día de trabajo en la empresa en la que estoy actualmente. Me presentaron a treinta y pico de personas solo del área de administración con las cuales iba a interactuar a diario. “XXX, ella es Paula, hoy se une a nuestro equipo. Hola Paula, soy XXX, bienvenida”. Fue un pandemonio. Trate desesperadamente de asociar las caras a los nombres pero ese truco jamás funciono para mi. Luego de la recorrida inicial intente sin ningún éxito hacerme un croquis con la posición de los escritorios con los respectivos nombres de mis compañeros pero para cuando llegue a la persona 32 ya había olvidado el nombre de las 31 primeras. Pronto van a hacer 2 años que estoy en esta empresa y sin temor a sonrojarme debo admitir que hace recién un par de días me percate que todo este tiempo había estado llamando “Gustavo” al chico de la cocina que se llama “Jorge”. El pibe jamás me corrigió lo cual me hizo sentir aun mas idiota.

Y con esta incapacidad congénita me fui a vivir a Japón. Ahora, si me es dificultoso retener nombres en nuestra lengua materna, la dificultad creció exponencialmente a la hora de pretender recordar nombres asiáticos para los cuales no hay regla memotecnica que valga y mucho menos poder de asociación. Peor aun, al principio ni siquiera identificaba cual era el nombre y cual el apellido de la persona en cuestión y eso en Japón puede llegar a ser una grosera ofensa en potencia. Verán, por mas confianza que se tenga no se le puede llamar a una persona mayor a uno por el nombre de pila. Seria como subir al emperador en el 60 para llevarlo a conocer el Tigre. Asimismo, siendo mujer, una no puede referirse a un par masculino de otra forma que no sea por el apellido. Lo mas loco es que ni siquiera se presentan la primera vez con sus nombres de pila cosa que me ha pasado de tener amigos japoneses a los cuales nunca llame de otra manera que no sea por el apellido.

Con el correr de los meses, luego de haber conocido a mi ex, aprendí que esto no es privativo de la cultura nipona sino que lo mismo ocurre, por ejemplo, en Corea. La comunidad coreana en Japón no es tan grande como la china pero Joon tenia muchos compatriotas amigos con los cuales si bien nunca socialice, si solía cruzarme a menos 1 vez por semana. Infructuosamente trate de retener sus nombres pero nunca logre balbucear algo ni remotamente parecido (ellos tampoco eran un derroche de talento. Me llamaban “Faula”, “Pula”, “Maura”, cualquier cosa menos “Paula”.). Pero como eran amigos de mi por entonces novio, me sentía en la obligación de al menos hacer un esfuerzo. Y en un desesperado intento no se me ocurrió otra cosa mas que recurrir a “apodos” de manera tal que me hicieran la vida un poco mas fácil.

Tal fue así que a un coreanito (porque era un par de años mas chico que nosotros) al cual le fascinaban detalles como que había que tomarse al menos dos aviones para llegar de Japón a Argentina, que cuando acá es de día allá es de noche, que para nosotros el invierno es en julio y que comemos asado como ellos arroz, simple y llanamente lo bautice “el argentino”.

Otro coreano que jugaba al básquet con Joon al que mas o menos había que subirse a una tarima para quedar medianamente a su altura y así poder tener una conversación, para mi siempre fue “el alto” (mi creatividad no tiene limites).

Luego también estaba “Calvin Klein” quien era un coreano súper cool al que le gustaba exhibir al mundo los bordes de su ropa interior.

Y por ultimo teníamos a “Hoppanman”, el mejor amigo de Joon. Hoppanman es el nombre coreano de Anpanman, un superhéroe del anime japonés cuya cabeza esta hecha de pan relleno con pasta de poroto. Así, cuando Anpanman se encuentra con una persona que está muriendo de hambre, le permite a la infortunada criatura comer parte de su cabeza. Un asco. Cuestión que este chico se parecía mucho a este personaje y el apodo le quedo. Nunca supe muy bien por que pero jamás logramos congeniar con Hoppanman. Ahora que lo pienso, tal vez nunca logro superar lo de su apodo.



1 comentario:

  1. No hay manera de hacerse amigo de alguien que tiene la cabeza rellena de porotos.
    La idiotez es universal, no hay nada que hacer con eso.

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