Antes y después del Imperio del Sol Naciente.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Renovaciones


Todo empieza con una decisión. Y tome la decisión de renovarme. Ahora bien, a grandes rasgos podríamos decir que hay 2 tipos de renovaciones complementarias y, hasta si se quiere, disparadoras la una de la otra: una interna y otra externa. La interna es la mas difícil de lograr por ser la mas abstracta. Esto es así porque no se trata de cosas tangibles a las que se les puede dar un martillazo y modificar en el acto, sino que atañe a cosas mucho mas sutiles como conceptos, ideas, pensamientos, sensaciones o estados emocionales. Al menos para mi modificar estas cuestiones internas me es infinitamente mas trabajoso que hacerlo con las de afuera. Así que como no esta en mis planes inmediatos agregar mas estrés a mi vida, por afuera empezaremos.

No voy a innovar con mi pelo porque es la única parte de mi aspecto físico con el cual estoy verdaderamente conforme (si, amo mi pelo, tengo un nivel de obsesión importante con mi pelo y no me incomoda en lo mas mínimo admitirlo. Es mas, a veces hasta me hace sentir orgullosa. Los otros días un compañero de trabajo me dijo “pero vos que haces de noche Paula? Dormís colgada del pelo que lo tenes siempre TAN lacio?”. Y sonreí estúpidamente todo el día). Respecto a mi guardarropa no se si llegaría al extremo de tirar todo y empezar de nuevo pero admito que una renovación no me vendría mal. El tema es que me gustaría hacerlo con algún tipo de guía objetiva que pudiera asesorarme. Secretamente desearía ser la “victima” de uno de esos programas donde unos estilistas entran a tu casa y, luego de menoscabar tu autoestima mostrándote lo ridícula que te ves en lo que vos crees son tus combinaciones ganadoras, te enseñan a vestirte y te renuevan absolutamente de la cabeza a los pies (les corto la mano si me tocan pelo, obvio). Pero como es muy poco probable que Benito Fernández toque a mi puerta (muero de un paro cardiaco), dejare el tema del guardarropa para otro momento.

No al pelo, no a la ropa, que me queda? Mi hogar. Vivo sola desde los 21 años y en mi haber cuento 5 departamentos (incluido el presente) que me han albergado en Argentina. Todos impecables, todos con toques muy personales pero todos dando la impresión de alguien que esta “de paso”. Rarísimo pero es como que nunca me quise comprometer demasiado a tener “cosas”. Nunca tuve una vajilla completa, nunca pude conservar plantas (infaliblemente todas perecían en mis manos), nunca tuve una mesa con sillas, nunca tuve una cama propiamente dicha. Sera que internamente siempre tuve  “una pata acá y la otra allá”. Siempre tuve la sensación que Argentina no era mi lugar, que en algún momento me tenia que ir. Y algo de eso había porque al fin y al cabo eso fue lo que hice.

Pero volví. Regresar a Argentina no hizo que inmediatamente pudiera relocalizarme en tiempo y espacio. Es mas, hasta antes de romper con Joon estaba convencida que en poco tiempo mas iba a volver a hacer las valijas. Por eso en mi departamento actual lo único que me pertenece (y padezco porque la saque en 12 cuotas y se me esta haciendo eterno) es la heladera. Todo el resto de mis (pocas) posesiones son prestadas.

Me canse. Ahora que se que estoy para quedarme es hora de renovarme y cambiar de formula. Por mas que suene a aviso publicitario quiero hacer de mi casa un hogar y ya empecé el pasado fin de semana.

Primero cambie de posición los muebles. Muchas opciones en un monoambiente no hay pero siempre se puede usar la imaginación. Tímidamente empecé a comprar algunos objetos de decoración en una casa con insólitos aires palermitanos del barrio (vivo en Villa Urquiza) y arrastre a mi incansable compañera de ruta citadina (mi santa madre) a vanguardistas casas de diseño en San Telmo en busca de mas objetos originales (los encontré pero eran exageradamente caros). Algo que realmente me hace falta no solo para vestir el ambiente sino por su utilidad en mi flamante incursión en el mundo narrativo (!) es un escritorio. Luego de buscar y ver muchos sitios en internet ya se como es el que quiero: blanco y  moderno. Estuve recorriendo varias casas de muebles estos días y ya creo haberme definido por uno que me cierra en precio, funcionalidad y diseño. Si todo me sale bien, este fin de semana lo resuelvo. Y así, de a poco, iré armando mi casa hasta convertirla en un espacio alegre, propio y que de la sensación de ser habitado por alguien que esta bien plantado en el aquí y ahora.

No se si todo esto sirva para algo. Si se que necesito encontrarme, necesito sentir a esta nueva Paula que pide salir a gritos. Y quien sabe, tal vez esta renovación externa me ayude a encontrarla al menos al entrar a casa.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Aceptaciones

Hoy pensaba en las aceptaciones. Pensaba en como aceptarse uno tal como es cambia radicalmente la lente a través del cual se mira al mundo. Supongo que todos, en mayor o en menor medida, tenemos cosas de nosotros mismos con las cuales no estamos conformes o nos gustarían que fueran diferentes. Pero también es cierto que a pesar de esto hay mucha gente camina por la vida relativamente satisfecha consigo misma. Envidio a esa gente. Al menos para mi me es muy difícil no criticarme. No es mi pasatiempo favorito (a veces logro distraerme con otras cuestiones mas gratificantes como juzgarme sin piedad… no, mentira) pero digamos que me cuesta aceptarme. Siempre me costo.

Creo que todo pasa por la búsqueda del subjetivo perfeccionismo. Digo subjetivo porque lo que es inmejorable para uno seguramente no lo sea para el otro. No esta mal querer superarse pues la superación es el único camino al progreso. El problema se presenta, creo yo, cuando las metas que nos proponemos son tan altas o tan costosas de alcanzar que terminan socavando nuestra autoestima, en el mejor de los casos, o lo que es peor aun, lastimándonos seriamente en el proceso.

Hago terapia hace varios años y si bien en algún punto es meritoria y puede ayudar la búsqueda del origen de la falta de aceptación de uno mismo, no creo mucho en la terapia retrospectiva. Llega un momento en la vida en que, como adulto, hay que hacerse cargo de los propios desaciertos. Si en la búsqueda del perfeccionismo ese pensamiento, esa actitud, esa conducta me hacen mal, entonces hay que dejar de perder el tiempo y abandonarlos inmediatamente. Aunque se que escribirlo es infinitamente mas fácil que ponerlo en practica.

Siempre me desagrado el refrán de “mas vale malo conocido…”. Pero por mas que trate de no aplicarlo en mi vida en ocasiones me encuentro tristemente poniéndolo en practica. Ocurre que a veces permanecemos atados a destructivos patrones no de puro masoquistas sino porque saltar al cambio no es fácil. Es mas sencillo permanecer en una “incomoda zona de confort” que arrojarse a lo desconocido por mas que encierre la promesa de una mejor calidad de vida. Por que será? Acaso no es extenuante estar permanentemente buscando lo inalcanzable? Acaso no es agotadora la presión de no poder estar nunca satisfecho con uno mismo? Acaso no es triste no poder mirarse al espejo sin cuestionarse?

Que será lo que nos impide querernos mas? Lo veo, lo razono pero a mis 37 años todavía no logro comprenderlo. No logro darme cuenta cual es el jugador que me que falta, cual es el eslabón perdido. Y en esa búsqueda seguiré hasta el día en que logre dar vuelta la pagina y pueda empezar a escribir otra historia.

Se que la vida pasa volando pero tampoco se trata de generarse aun mas presión. Como me dijo una amiga del alma “No es cuestión de medir el tiempo. Que importa si te lleva 1 o 2 meses, 15 o 20 mil. No te alarmes. Cada uno tiene que transitar su propio camino que te lleve al aprendizaje”.

No se si al final de mis días lo aprendido sea mucho o poco. Mi único deseo es algún día lograr a estar en paz conmigo misma, sin criticas, sin cuestionamientos, sin presiones de ningún tipo, aceptando a Paula tal cual como es. Ese día por fin podre decir que alcance mi mayor anhelo en la vida: ser feliz.

martes, 20 de noviembre de 2012

Mi familia

A principios de Noviembre se cumplieron 2 años que regrese definitivamente de Japón. Digo definitivamente porque volví una primera vez y, luego de un par de meses de estar en Argentina, decidí darle a Japón una segunda oportunidad. No dure ni 1 mes que ya me estaba sacando el pasaje de vuelta a Argentina.

Japón es un país maravilloso. No conozco muchos lugares en el mundo pero gente mucho mas viajada que yo que ha tenido la oportunidad de visitar Japón coincide en que es un lugar único. Es realmente como estar en otro planeta. Son innumerables la cantidad de cosas que me enamoran de Japón. Solo para nombrar algunas podría mencionar el orden, la pulcritud, el respeto, la seguridad, la amabilidad de la gente, la puntualidad, la constante búsqueda de la perfección, el silencio. Durante muchos años creí que había encontrado mi lugar en el mundo. Que después de haber conocido Japón ya no podría vivir en ningún otro país. Pero con el tiempo, y no sin dolor, descubrí el gran talón de Aquiles que Japón esconde para mi: Allí no esta mi familia.

Me tomo 5 años despertar a esta obviedad (no todos tenemos un coeficiente intelectual de 180) pero estoy feliz de haberlo hecho ya que nunca es tarde para aprender.

Tener a la familia cerca es invaluable. Creo que cuando nunca se vivió lejos de la familia tal vez cueste apreciarlo. Pero cuando se depende de un medio tecnológico para poder tener contacto con los tuyos y, encima, este contacto esta condicionado por perversos husos horarios (12 en mi caso), esto te modifica radicalmente el orden de prioridades en la vida.

Mi familia esta compuesta por mis 2 padres y 2 hermanos menores, una niña y un niño. Si bien somos todos seres muy independientes también son muy fuertes los lazos que nos unen. Nos gusta estar al tanto de la vida de cada uno y nos preocupamos genuinamente los unos por los otros aunque no somos de hablar a diario. La excepción a esta regla se da con mi madre, con quien debo hablar (sin exagerar) 3 o 4 veces por día. En nuestra legitima defensa debo decir que lo hacemos de pura nostalgia. Ocurre que por 5 largos años nuestras conversaciones se limitaron a unos pocos minutos por Skype y casi siempre de madrugada para ella o para mi. Reconozco que hablamos mucho con mi madre pero es que siempre tenemos tema de conversación. El colmo de los colmos sucedió anoche cuando luego de haber hablado como de costumbre durante todo el día llegando la medianoche la encontré en Skype. Ninguna de las dos lo resistió y aun entonces encontramos novedades de ultimo minuto que intercambiar. Tal vez un psicólogo lo diagnostique como patológico. Me tiene sin cuidado. Hoy lo disfruto mucho.

Pienso que solo hubiera podido continuar mi vida en Japón o, lo que para el caso es lo mismo, en cualquier otro país del mundo, si me hubiera embarcado en el proyecto de formar mi propia familia. Extrañaría igual, seguramente. Maldeciría lo mismo luego de cada contacto al apagar la computadora, pero tendría otros afectos de los cuales sostenerme y que me ayudarían a seguir adelante. Además jamás volvería a cometer el mismo error de estar tantos años sin regresar a Argentina. Haciendo dedo, nadando o como sea, encontraría la forma de visitar a mi familia  al menos 1 vez al año.

Pero ya estoy de vuelta y a no ser que sea por vacaciones, no hay valijas ni aviones en mi horizonte. Por lo que seguiré disfrutando de los míos y me seguiré considerando una privilegiada porque por fin los puedo tener al alcance de la mano.

Un amigo me pregunto la semana pasada como estaba. Yo le conteste que estoy en la búsqueda de mi felicidad. Y el me respondió: tu felicidad esta en tu familia y en cuidarte a vos misma. No pudo estar mas acertado.

lunes, 19 de noviembre de 2012

"El" mail a Joon

Todo llega. El bondi que parece no venir nunca, el comienzo del fin de semana, las vacaciones que prepagaste hace meses, y también, la inspiración. Aunque ahora que lo pienso no se si fue un soplo de inspiración el que sentí o la ultima exhalación de una historia consumada.

Como sea, me encontré el viernes pasado a las 7 am sentada en el subte esbozando las primeras líneas de lo que fue "el" mail a Joon. Hasta entonces no me habían dado ganas de sentarme a escribir. Sentía bronca y despecho por sus recientes acciones, sensaciones que se intensificaban al recordar y darme cuenta que estas eran tan solo manifestaciones de un comportamiento típico en el.

Con el correr de los días la rabia y el hartazgo fueron reemplazados por una honda decepción que hizo que tocara fondo a mitad de semana. Me sentí desolada como en mis peores épocas en Japón. Y en este estado logre arrastrarme hasta el subte el viernes a la mañana.

El mail lo empiezo diciéndole que estoy lastimada, o mejor dicho, desilusionada. Que yo esperaba que luego de haber estado 2 años separados algunas cosas fueran diferentes pero que tristemente me daba cuenta que no lo son. Específicamente me referí a sus silencios, sus espacios impenetrables, su total falta de conexión conmigo, la distancia que pone entre los dos. Le digo que nada de esto es nuevo para mi, que fueron cosas que también existían en Japón pero que estando allá no las combatí demasiado por respeto a el, tratando de comprenderlo, tratando de entender la diferencia cultural, esperando que algún día fueran diferentes.

Le pregunto que por que cree que le hice prometer en Ezeiza que se mantendría en contacto conmigo mas seguido. Porque a pesar de la distancia necesitaba sentir que estábamos ahí el uno para el otro, que compartíamos nuestras vidas, que éramos uno. Le digo que estas cosas hay que demostrarlas ya que, al menos para mi, no todo esta implícito. Pero creo que nunca tuvimos las mismas necesidades.

Le escribo de el dolor que me causo que su primer mail haya sido una semana luego de haber dejado Argentina. Que fue horrible tener que esperar un mes a que el pudiera encontrar un momento para concretar nuestra primera comunicación por Skype. Que me sentí devastada cuando se quedo dormido el día que habíamos quedamos en hablar. Y que me destroza el corazón que no reaccione cuando ve que deje de contestar sus mails. Le digo que yo se que me aprecia pero estos comportamientos me confunden y me hacen dudar seriamente que siquiera sepa quien soy. Lo único que puedo pensar es que ambos teníamos concepciones muy distintas sobre lo que era nuestra relación.

Yo sinceramente quería construir algo con el. Deseaba que algún día el proyecto de armar algo juntos fuera mas importante que cualquier otro proyecto. Pero dudo que alguna vez el haya sentido igual.

Le digo que puedo entender que en este momento de su vida su prioridad sea realizarse profesionalmente y que esto sea algo que le debe a su familia y se debe a el mismo. Y esta perfecto que así sea. Ocurre que en este momento de mi vida yo necesito que para la persona que este al lado mío el proyecto en común sea mas grande que el proyecto individual. No me refiero a dejar de ser quien uno es o a renunciar a los propios sueños porque se esta en pareja. Me refiero a compartir sueños, a sortear obstáculos juntos, a apoyarse mutuamente y a sentir que todo es posible porque se lucha de a dos. De esta manera ya no importa cual sea tu situación laboral, las cosas que puedas o no comprar o que uno venga del oriente y el otro de occidente.

Pero jamás pudimos hablar abiertamente de estos temas, entre mucho otros, porque a el le hacían sentir incomodo y ahí se cortaba la comunicación.

Termino el mail diciéndole que no se si sigue siendo un tema de diferencia cultural, si soy yo, si es el. Todo lo que se es que yo necesito mas y que es doloroso darme cuenta que no es el la persona que me lo puede dar.

El mail lo tuve listo esa misma tarde del viernes. Por suerte antes de regresar a casa tenia que ir a ver a Mario, mi psiquiatra. Cuando le conté que había escrito “el” mail para Joon Mario me dijo “Ojo Paula, preguntate muy bien por que vas a enviar el mail. Hay 3 posibilidades. Que lo vayas a hacer para descargarte. Que lo vayas a hacer tipo “ultimátum” (si no cambias, esto se termina). O que lo vayas a hacer esperando una respuesta, una reacción de su parte. Si es cualquiera de las 2 ultimas, 10 a 1 que te va a volver a desilusionar”.

Me lo pregunte muy seriamente y sin dudarlo concluí que lo que me movía a escribir no eran ninguna de las ultimas 2 alternativas. Lo hacia porque necesitaba descargarme, necesitaba sacar toda esa desilusión que sentía dentro y plasmarla en palabras. Es que una vez que pongo las cosas por escrito dejan de ser sensaciones indefinidas y confusas, se convierten en algo real y tangible y así las puedo ver con muchísima mas claridad.

Al llegar a casa lo plasme en la computadora y no fue sino hasta la 1:30am del sábado que con los ojos cerrados pude hacer “click” sobre el botón de “enviar”.

Esa noche dormí bien. Al día siguiente amanecí rara. Como con una sensación de alivio pero no del todo placentera. Mi mejor paralelismo es (perdón por la analogía) como después de haber vomitado. Vomitar es la reacción natural del cuerpo para expulsar sustancia nocivas. En este sentido se puede decir que vomitar es beneficioso para el organismo pero la realidad es que inmediatamente después de hacerlo no te sentís esplendido. Te sentís mas bien horrible. Bueno, así me sentí yo el día después.

Conforme van pasando los días el malestar post-vomito se esta llendo. La desilusión, estimo, va a tardar un poco mas en irse. Lo que ahora debo combatir es la sensación de haber perdido el tiempo. De haber invertido esfuerzo e ilusiones en algo que nunca tuvo futuro. Aunque tampoco puedo (debo) ser tan dura conmigo misma. Alguien alguna vez me dijo “uno hace lo que puede con las herramientas que tiene”. Y si me quede al lado de Joon todo este tiempo ha de ser porque otra alternativa no pude (o no quise) ver. Sea por la razón que sea fue lo mejor que me salió en ese momento.

Es momento ahora de recalcular y buscar un nuevo rumbo. No se cuanto tiempo me tome ni hacia donde me llevara el viento. Lo importante (creo) es no estancarse y, a mi ritmo, ponerme en movimiento. Y en eso estoy.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Nombres


Nunca fui buena para los nombres. Mas bien siempre fui horriblemente mala. Es un problema congénito, calculo yo, ya que ha sido así desde que tengo memoria. No es desaprensión o falta de interés. Es solo que mi capacidad de retención de los nombres de aquellas personas con las cuales no tengo un trato asiduo es vergonzosamente limitada. Y desgraciadamente no es una limitación exclusiva para gente que se encuentra fuera de mi circulo intimo. Pídanme que cite los nombres de, por ejemplo, los hijos de mis primos y sinceramente me autocensuro de antemano temiendo generar una desavenencia familiar. Ok, convengamos que no son niños a los cuales vea ni siquiera una vez por año pero estamos hablando de personas que llevan mi mismo apellido y no tengo idea de cómo se llaman. Patético.

Recuerdo mi primer día de trabajo en la empresa en la que estoy actualmente. Me presentaron a treinta y pico de personas solo del área de administración con las cuales iba a interactuar a diario. “XXX, ella es Paula, hoy se une a nuestro equipo. Hola Paula, soy XXX, bienvenida”. Fue un pandemonio. Trate desesperadamente de asociar las caras a los nombres pero ese truco jamás funciono para mi. Luego de la recorrida inicial intente sin ningún éxito hacerme un croquis con la posición de los escritorios con los respectivos nombres de mis compañeros pero para cuando llegue a la persona 32 ya había olvidado el nombre de las 31 primeras. Pronto van a hacer 2 años que estoy en esta empresa y sin temor a sonrojarme debo admitir que hace recién un par de días me percate que todo este tiempo había estado llamando “Gustavo” al chico de la cocina que se llama “Jorge”. El pibe jamás me corrigió lo cual me hizo sentir aun mas idiota.

Y con esta incapacidad congénita me fui a vivir a Japón. Ahora, si me es dificultoso retener nombres en nuestra lengua materna, la dificultad creció exponencialmente a la hora de pretender recordar nombres asiáticos para los cuales no hay regla memotecnica que valga y mucho menos poder de asociación. Peor aun, al principio ni siquiera identificaba cual era el nombre y cual el apellido de la persona en cuestión y eso en Japón puede llegar a ser una grosera ofensa en potencia. Verán, por mas confianza que se tenga no se le puede llamar a una persona mayor a uno por el nombre de pila. Seria como subir al emperador en el 60 para llevarlo a conocer el Tigre. Asimismo, siendo mujer, una no puede referirse a un par masculino de otra forma que no sea por el apellido. Lo mas loco es que ni siquiera se presentan la primera vez con sus nombres de pila cosa que me ha pasado de tener amigos japoneses a los cuales nunca llame de otra manera que no sea por el apellido.

Con el correr de los meses, luego de haber conocido a mi ex, aprendí que esto no es privativo de la cultura nipona sino que lo mismo ocurre, por ejemplo, en Corea. La comunidad coreana en Japón no es tan grande como la china pero Joon tenia muchos compatriotas amigos con los cuales si bien nunca socialice, si solía cruzarme a menos 1 vez por semana. Infructuosamente trate de retener sus nombres pero nunca logre balbucear algo ni remotamente parecido (ellos tampoco eran un derroche de talento. Me llamaban “Faula”, “Pula”, “Maura”, cualquier cosa menos “Paula”.). Pero como eran amigos de mi por entonces novio, me sentía en la obligación de al menos hacer un esfuerzo. Y en un desesperado intento no se me ocurrió otra cosa mas que recurrir a “apodos” de manera tal que me hicieran la vida un poco mas fácil.

Tal fue así que a un coreanito (porque era un par de años mas chico que nosotros) al cual le fascinaban detalles como que había que tomarse al menos dos aviones para llegar de Japón a Argentina, que cuando acá es de día allá es de noche, que para nosotros el invierno es en julio y que comemos asado como ellos arroz, simple y llanamente lo bautice “el argentino”.

Otro coreano que jugaba al básquet con Joon al que mas o menos había que subirse a una tarima para quedar medianamente a su altura y así poder tener una conversación, para mi siempre fue “el alto” (mi creatividad no tiene limites).

Luego también estaba “Calvin Klein” quien era un coreano súper cool al que le gustaba exhibir al mundo los bordes de su ropa interior.

Y por ultimo teníamos a “Hoppanman”, el mejor amigo de Joon. Hoppanman es el nombre coreano de Anpanman, un superhéroe del anime japonés cuya cabeza esta hecha de pan relleno con pasta de poroto. Así, cuando Anpanman se encuentra con una persona que está muriendo de hambre, le permite a la infortunada criatura comer parte de su cabeza. Un asco. Cuestión que este chico se parecía mucho a este personaje y el apodo le quedo. Nunca supe muy bien por que pero jamás logramos congeniar con Hoppanman. Ahora que lo pienso, tal vez nunca logro superar lo de su apodo.



martes, 13 de noviembre de 2012

Mascotas

Hoy me cruce con dos interesantes artículos en internet. Uno en un portal mexicano comenzaba así “Se han hecho estudios para demostrar que la soledad se da menos en la gente que tiene una mascota.” Aha. Luego, otro en una página española afirmaba “(se) ha publicado un estudio sobre la influencia que tienen las mascotas sobre la vida de los solteros y una de las conclusiones más sorprendentes es que resultan un buen “cebo” a la hora de ligar ("ligar!" Los españoles son lo más!). Asimismo, más de la mitad de los propietarios de perros creen que éstos ayudan a conocer gente.”

E inmediatamente concluí: me voy a comprar un perro. No, mentira. Primero porque aun le tengo fe a mis encantos naturales y segundo porque jamás limitaría a un perro a los confines de un monoambiente. Pero no puedo negar que en algún momento de mi vida no haya recurrido a la compañía de una mascota no para “ligar” a nadie sino para combatir la añoranza de contacto humano.

Específicamente ocurrió al tercer año de vivir en Japón. Me había empezado a pasar que de noche soñaba (esta parte es triste) que me abrazaban. Largos y vividos abrazos. Esto hacia que despertara con una hermosa y cálida sensación en el pecho. Sensación que luego se desvanecía con el correr del día lo que me hacía sentir aun mas desamparada.

Fue así que en un sábado de verano, durante uno de los tantos viajes de Joon (mi ex) a Corea, fui hasta la única veterinaria que conocía en el centro de Kyoto. La residencia universitaria en la que vivía claramente establecía en el reglamento que no se permitían mascotas en las habitaciones pero tal era mi desolación en ese momento que muy poco me importo (creo que esa fue una de las poquísimas sino la única vez que ose en apartarme de los mandatos nipones).

Y me compre un hamster. El único bicho que se me ocurrió iba a ser lo suficientemente chiquito y silencioso como para no ser descubierto por el ojo vigilante que todo lo ve de la gente de la administración de la residencia. Había tenido hamsters de chica y, salvo cuando se escapaban de sus jaulitas y eran causal de paros cardíacos en mi madre, tenia tiernos recuerdos de estos simpáticos animalitos.

El viaje hasta la residencia era de aproximadamente una hora. En el tren, con la jaula sobre mis piernas, empecé a pensar en un nombre para mi nueva mascota. Era tan chiquito que quería que tuviera un nombre grande, épico. Le puse Frodo, en honor al héroe de la trilogía de El Señor de los Anillos.

No tuve que preocuparme por escabullir a Frodo del guarda de la puerta porque era el guarda de los fines de semana e independientemente de la hora del día en que uno entrara o saliera este japonés parecía estar siempre dormido o dopado, nunca me di cuenta de la diferencia.

Cuando finalmente entramos con Frodo a la habitación el pobrecito estaba tan asustado que chillaba como marrano. Jamás imagine que una cosita tan insignificante pudiera ser capaz de emitir aullidos tan agudos. A pesar de los 40 grados de calor que marcaba el termómetro cerré violentamente las ventanas y agradecí estar viviendo en el piso 11, lejos, muy lejos de toda figura de autoridad en la plata baja.

Ante el regocijo por su reciente adopción (interpreto a roedores en mis ratos libres), Frodo había hecho pipi y otras cuestiones más en cantidades que nuevamente no condecían con su estructura corporal. Y entonces reflexione: verano, 40 grados de calor, desechos orgánicos de un hámster. La situación ameritaba un urgente aseo general. Pero limpiar la jaula de Frodo implicaba tener que sacarlo de ahí dentro. Pequeño detalle. Era tal el estado de estrés del pobre animal que ni bien metía mi mano dentro de la jaula no me mordía sino que literalmente me masticaba los dedos. Trataba de usar mi psicología animal para calmarlo. Le hablaba en castellano, en ingles, en japonés, pero nada. Este bicho es chino, pensé. Habré luchado como cuarenta y cinco minutos hasta que tuve la prodigiosa idea de meter dentro de la jaula una taza grande de café (a la cual Frodo mordía rabiosamente) y lo empuje con un palito dentro de la taza. Jamás pude hacer que dejara su jaula de otro modo.

Mi fantasía de tener una mascota tierna y dulce que me propiciara cariño pronto se vio desvanecer. Los hamsters son bichos cuya única actividad diurna es dormir. Esto hacia que para interactuar con Frodo tuviera que esperar a que se despertara, cosa que nunca ocurría hasta que caía el sol. Con mi sofisticado método de la taza de café logre sacarlo de su jaula un par de veces. Lo hacía caminar por mi escritorio y le encantaba engancharse las patas en el teclado de la computadora. En ocasiones me sentaba en el piso y lo hacía correr por la habitación. Por desgracia estas actividades eran forzosamente breves ya que se tornaban un tanto anti higiénicas después de unos minutos gracias a que Frodo dejaba pequeños suvenires a lo largo de su trayecto. Deshonrando a su nombre, la valentía no era una cualidad que corriera por sus venas.

Salvo las marcas de sus dientes en mis dedos nunca tuve ningún otro tipo de contacto físico con Frodo (definitivamente era asiático). Igual llore el día que ya no estuvo más. Lo enterré en un árbol en frente de casa y plante una plantita sobre su tumba. Nunca floreció.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Sin respuesta

Aun no le conteste a Joon su ultimo escueto y desconcertante mail. Simplemente no se como empezar. Deje que pasaran los días (una semana para ser exacta) a ver si la inspiración tocaba a mi puerta (o me mandaba señales de humo que para el caso hubiera sido lo mismo) pero nada. Soy una pagina, o mas bien un mail en blanco. Y no es que no tenga nada que decir. Todo lo contrario. Me gustaría decirle de todo pero me pasa que ya no tengo mas ganas de explicarle nada.

El mensaje que quiero expresar lo tengo bastante claro. “Esto no va mas para mi. Yo necesito otro tipo de relación y no creo que seas vos la persona con quien poder construirla. Para repetir este mensaje marque 1, para grabarlo marque 2, para borrarlo marque 3.”

Pero por mas pragmática y directa que quiera ser no puedo tirarle al pibe semejante bomba molotov sin al menos advertirle que estoy manejando armamento pesado. Pienso yo que si alguien del otro lado del mundo tomo la unilateral decisión de ponerle fin a tu relación y para colmo de males te lo va a comunicar por mail, lo menos que te mereces es una explicación que contenga un encabezado, un nudo y un desenlace.

Y acabo de escribir esto y me acabo de dar cuenta que mi razonamiento oculta un profundo error conceptual. Soy yo la que necesitaría de una exposición pormenorizada de las razones por las cuales me están tachando la doble. Pero si algo he aprendido de mi experiencia con la cultura asiática es que lo que es naturalmente esperable para nosotros no necesariamente lo es para ellos. En Asia no es que un gesto valga mas que mil palabras (porque ciertamente gesticulan muy poco) sino mas bien que aquello que no se expresa puede llegar a ser incluso mas significativo que lo que se dice verbalmente. Yo nunca comulgue mucho con esta teoría. Para mi si tenes algo que decir mas vale que pongas lo que tenes que poner sobre la mesa y empieces a largar el rollo y dejemos de lado esta estupidez de estar interpretando lo que pasa por tu cabeza. A ver, no estoy siendo impertinente para con la cultura oriental ya que el sutil arte de la interpretación yo misma lo he practicado hasta el cansancio, pero cuando las papas queman y empieza a hervir la sangre olvido cualquier sutileza y digamos que mi veta artística me abandona por completo.

Como sea, debería capitalizar mis conocimientos adquiridos del otro lado del mundo y, aunque carezca de toda lógica, tal vez la no respuesta al mail de Joon sea la manera mas explicita y efectiva de comunicar el mensaje. Aun no me convence mucho la idea porque el no responder me huele como a andar escondiendo la cabeza y yo no tengo nada que esconder. Pero la verdad que mientras no se me ocurra que escribir es un zapato que me calza. Y si hoy me calza el zapato, por que no usarlo? Digo yo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

El mejor antidoto contra la soledad

Y Dios dijo “No es bueno que el hombre (o la mujer, para su aplicabilidad a mi caso) este solo”. Y tal vez sea por eso que millones y millones de personas en el mundo (me incluyo) le dan pelea y no quieren rendirse frente a la soledad. No me refiero a la soledad de familia o amigos sino a la soledad de pareja. Uno puede ser muy fuerte, independiente y haber cultivado una envidiable relación con uno mismo, pero todos, absolutamente todos, necesitamos de ese alguien especial con quien compartir aquellas cosas que no se pueden compartir con nadie mas y cuyo solo recuerdo nos robe una sonrisa cómplice mientras caminamos por la calle.

Cuando se rompe con una relación a distancia, como en mi caso, obviamente no es la ausencia física del otro lo que perturba sino mas bien la idea de encontrarse, de repente, conceptualmente solo en el mundo. Conceptualmente digo porque en la practica del diario vivir tu vida no se modifica en lo mas mínimo ya sea que te encuentres o no “de novio”. Como mucho estarás menos pendiente de los mails y los contactos por Skype pero mas allá de eso no pasa. Es mas que nada el rotulo lo que pesa. Y si a esto le sumamos la cantidad de velitas que tuvimos que apagar en el ultimo cumpleaños (37 para mi), bueno, el combo puede llegar a ser muy poco feliz.

El fantasma de la soledad solía presentarseme por la noche, justo antes de dormir y, como el Rexona, tenia la maldita costumbre de no abandonarme por varias horas. En esos momentos de oscuridad trataba de recordar el esperanzador refrán de mi abuela que “siempre hay un roto para un descocido”. Pero por mas que lo repitiera tipo mantra aunque mas no sea para conciliar el sueño, ni lograba quedarme dormida ni me hacia sentir mas esperanzada.

Y fue así hasta no hace mucho, cuando en una conversación en una de mis tantas noches de insomnio, alguien muy especial para mi me dijo “Pau, vas a ver que una vez que tomas la determinación de darle un corte a tu relación se te va a abrir la mente y el corazón e inmediatamente vas a empezar a pensar en alguien mas”. No me atreví a confesarlo en ese momento porque me dio mucha vergüenza pero algo así ya me estaba empezado a suceder.

Y así es que los días están pasando, el recuerdo de Joon se hace cada vez mas etéreo y la angustiante sensación de soledad que hacia que mis noches fueran interminables fue reemplazada por un cálido cosquilleo en el estomago que, como dijo mi psiquiatra (al que no le falten un par de jugadores que de un paso al frente), me recuerda que estoy viva.

No hay mejor antídoto contra la soledad que la ilusión de una nueva relación que nos haga sentir que no estamos destinados al exilio amoroso sino que el amor aun puede tocarnos a la puerta. Obviamente que es mucho mejor si se da (uno siempre quiere que se de) pero en realidad poco importa si lo que hoy es solo un cosquilleo llega algún día a materializarse en algo mas. Al menos para mi en este momento cumple su objetivo de bálsamo que me rescata de mi isla solitaria, renueva mis esperanzas, me mantiene la mente ocupada y el corazón contento.

El hombre asiático

El continente asiático es el mas grande del planeta y concentra el 60% de la población mundial (un poco mas de 4 millones de personas). Si partimos de la premisa que hombres y mujeres nacemos en proporciones iguales, estaríamos hablando que hay aproximadamente 2 millones de hombres asiáticos poblando esta tierra.  Tras este abrumador dato llamar a esta entrada “El hombre asiático” es un tanto arrogante sino impertinente de mi parte. Pero luego de meditarlo unos instantes decidí que no voy a cambiar el titulo primero porque me gusta y segundo porque así suena mas sensacionalista.

Viví en Japón por 5 años, tiempo durante el cual entable una relación sentimental (nótese el tono poético de la frase) con mi ex (coreano). Lejos estoy yo de considerarme ni siquiera una amateur en el entendimiento del hombre oriental (mas bien mis conocimientos del sexo opuesto tanto de oriente como de occidente dejan bastante que desear) pero si he vivido algunas experiencias.

Mi primer crudo (muy crudo) contacto con el pueblo japonés fue a través de mi sensei. Profesor de la Universidad de Kyoto (la segunda mas importante del país), adicto al trabajo, ultra-exigente, intimidantemente arrogante, muy poco tolerante y sin ningún tipo de delicadezas a la hora de comunicar su parecer. Un tipo fuera de serie.

Tal vez por estas y sus tantas otras innumerables cualidades excepcionales como ser humano tarde un par de días en salir de mi asombro cuando me entere que alguien en su sano juicio había dicho “si, quiero” (o lo que sea que se dice en Japón) a una vida al lado de mi profesor. El hombre estaba casado! Y como si esto fuera poco tenia 2 o 3 hijas (nunca pude corroborar el numero, ese tipo de conversaciones son demasiado privadas para la relación profesor-alumno). Todo cobro sentido cuando meses mas tarde me percate que mientras que el vivía en Kyoto y trabajaba de lunes a domingo (no estoy exagerando), su familia (hijas incluidas) residía a 460 km de distancia en la capital del país, Tokyo. Se reunían en 2 ocasiones al año. Para Año Nuevo y para Golden Week (una seguidilla de feriados en el mes de Mayo que los japoneses usan para viajar a sus pueblos de origen). Al principio me horrorice ante semejante panorama pero luego aplaudí la sagacidad de la mujer de mi profesor por haber logrado mantenerse tan lejos como le fuera posible de su marido (un error en la vida todos podemos cometer) mientras este la mantenía a distancia.

Primero pensé que se trataba de un caso particular dada las peculiares características de mi sensei pero luego, no con menos espanto, descubrí que muchos estudiantes internacionales (asiáticos todos ellos) también habían dejado a sus respectivas esposas en sus países de origen mientras ellos se dedicaban a terminar sus carreras en Japón.

Es tan autosuficiente el hombre asiático que no necesita de la cotidianeidad, la complicidad, la contención emocional de su pareja?

Las generalizaciones son malas y encasillar a los 2 millones y pico de hombres asiáticos del mundo en una única respuesta seria no solo petulante sino también muy obtuso de mi parte (y para obtusos ya tenemos a ya saben quien).

Por eso acá solo voy a hablar de mi experiencia en particular. Mi ex. Si, si lo es. Es un chico extremadamente autosuficiente que no necesita de esa complicidad, ese submundillo especial que solo podes tener con una pareja para sentirse a gusto en una relación. O al menos nunca me lo hizo sentir de otro modo. No es falta de cariño. No es indiferencia. No es ni mejor ni peor. Solo es así.

Y ahora que lo pongo por escrito pienso que tal vez fue esa mi mayor desilusión con Joon. Creer que con el tiempo ese espacio solo nuestro algún día iba a estar ahí. Pero ese día nunca llego.

No se que piensa o siente la mujer asiática al respecto (salvo la talentosísima esposa de mi sensei que la hizo muy bien y por quien me sigo sacando el sombrero). Nunca tuve la oportunidad de preguntarle a ninguna. Supongo que lo acataran silenciosamente porque es la forma en la que sus padres habrán interactuado con ellas y sus familias. Además en Japón muy pocas cosas (por no decir ninguna) se cuestionan. Y mucho menos aquellas que tienen que ver con los usos y costumbres sociales.

Pero yo no soy así.

Visceralmente hablando me atraen mas los hombres con rasgos orientales que aquellos del mundo occidental (sobre gustos… dice mi madre). Pero hay ciertas formas del hombre asiático que a mi, a Paula, no le cierran. Yo necesito otro tipo de acercamiento con quien elija será mi compañero de vida.  Compartir, crear, proyectar de a dos sin por eso dejar de ser uno mismo. Creo que es posible.

Tal vez pida demasiado, no lo se. Tal vez el ideal para mi sea un descendiente asiático hecho a la usanza occidental. No digo que esas dos características sean garantía de haber encontrado a mi hombre ideal pero es un potencial comienzo.

Y bueno. Sera hora de empezar a frecuentar el Jardín Japonés, hacerme fan del pop coreano, salir a recorrer el barrio chino y tomar mucho, mucho te verde.

martes, 6 de noviembre de 2012

El pueblo quiere saber

Desde que decidí romper con mi novio en el trabajo no paran de preguntarme por el.

Se enteraron de nuestra historia transoceánica cuando vino de visita hace 2 meses y yo decidí tomarme unos días de vacaciones. Es que realmente estaba ilusionada por el reencuentro y en unos días de lucidez desbordante tuve la providencial idea de contarlo a los cuatro vientos. Ahora padezco las consecuencias. Ocurre que se creo en el colectivo imaginario la idea de esta coproducción argentino-sur coreana y ahora nadie quiere perderse el próximo capitulo de la novela. Celebraron conmigo su llegada, sufrieron conmigo su partida y ahora todos quieren saber como sigue esta historia. Hasta me han pedido que si algún día me llegara a desvincular de la empresa que por favor los mantuviera al tanto de mis bienaventuranzas. Y hay que ver las caras de ilusión y esperanza con las que me preguntan por el! Hoy en el almuerzo una de mis compañeras hizo que casi expulsara una hoja de rucula por la nariz. “Que poética la historia de ustedes… Y?? cuando te vas para allá?”. Lo único que pude balbucear en ese momento fue “Es… es una situación muy difícil…” y mas o menos me zambullí en un vaso de Fanta.

Ya se que es una idiotez mía. Que cuando me preguntan bien puedo contestar con la cruda realidad “Lamentamos informar al publico general que por falta de fondos esta producción ha decidido cancelar el proyecto. La empresa”. Pero no se, es como que su desilusión me duele mas que la mía (es evidente como mi inteligencia se agudiza con los años).

En algún momento se darán cuenta, supongo, ante la inexpresividad de mi rostro tras sus comentarios pro-amor-interracial. O finalmente un día de estos tome el coraje para anunciar la buena nueva.

Voy a ser la única de las 30 y algo de personas que trabajamos en administración que concurrirá sola a la fiesta de fin de año no por opción sino por elección. Y ya me imagino en la mesa, rodeada de mis compañeros, sentados junto a sus respectivos y respectivas, con ganas de sociabilizar y… “Te acordas amor? Ella es Paula. La chica del novio coreano…”. “Alto! Paren el tren, me quiero bajar!”. Mejor que aclare cuanto antes la situación sino el 1ro de Diciembre va a ser una noche muy larga…

lunes, 5 de noviembre de 2012

Remando en dulce de leche

No se que es más triste. Si terminar con una relación o darte cuenta que estuviste remando en dulce de leche por tantos años. No estoy siendo cínica pero a ver si estoy tan equivocada.

Después del llamado frustrado por Skype y de una semana sin ningún tipo de contacto, Joon, mi ex hace una semana por determinación unilateral de mi parte y aun no anunciada a el, me despierta con un mail no de 2 sino de 5 líneas (lo cual es mucho más de lo que me tiene acostumbrada) donde dice: “Hola. Se que estas ocupada (¿?). Como esta llendo la búsqueda de trabajo? Yo envié mi CV a empresas en Corea. No creo que me llamen”. Fin del mail.

A ver, pongamos las cosas en perspectiva.

Con Joon salimos por 7 años, los 5 primeros transcurrieron estando juntos en Japón y los 2 últimos a distancia (ya se, es mucho tiempo para mantener una relación a distancia pero es que el estoicismo de ambos es realmente admirable). Hace 2 meses viene a Argentina por una beca y convivimos por primera vez por 2 meses y medio. Se va al terminar su beca y estamos 1 mes (1 MES) sin poder entablar una conversación por Skype y no por falta de predisposición de mi parte. Antes de regresar a Japon, en su primer parada en NY, no me pudo contactar porque no le andaba el iPad (si alguien tiene la dirección de algún locutorio en NY mándenle un mail a joonnoteescribonimuerto@gmail.com). Luego en Corea, mientras visitaba a su madre, porque no tenia internet en la casa (vuelvan a reenviarle el mail). Al regresar finalmente a Japón, porque estaba ocupado escribiendo un paper y preparando la ponencia final de su beca. En ese mes nos habremos intercambiado 15 mails, 10 de los cuales fueron míos y un poco mas extensos que de 5 líneas. A todo esto, en Ezeiza, a moco tendido, le hice jurar por la vida del emperador coreano (no hay emperador en Corea pero si lo hubiera le hubiera hecho jurar por la vida del pobre hombre) que iba a tener un contacto un poco mas asiduo que los bi-lineos mails semanales y esporádicos encuentros por Skype a los que me tenia acostumbrada. El me miro a los ojos, hizo una pecaminosa demostración publica de afecto (me abrazo) y me prometió que así iba a ser. Yo le creí.

A parte, a ver, digo, si después de haberte reencontrado con tu “pareja” luego de años de no verte te tenes que volver a separar, no te queda el corazón con agujeritos el día después? No se, yo estuve 3 días sin poder volver a entrar sola a mi casa. No te dan ganas de seguir compartiendo aunque sea virtualmente tu cotidianidad con la otra persona y decirle que la extrañas y que fue una contrariedad de la vida el tener que volver a separarse? Pienso.

En estos años de relación con un coreano aprendí a fuerza de martillazos en la cabeza que la sangre que corre por las venas de los asiáticos es un poco mas “fresca” que la nuestra. Pero esto va mas allá de una mera cuestión de amplitud térmica. Este pibe no me registra. No sabe quien soy. No voy a ser tan dura y decir que le soy indiferente pero si dudo que alguna vez realmente me haya entendido.

Flaco, no te podes quedar dormido una vez que arreglamos para conversar por Skype. No me podes mandar un mail de literalmente 2 líneas pidiendo disculpas por haberte quedado dormido y si ves que no te respondo ciertamente no podes hacerte el gaznápiro con un mail una semana después preguntando alegremente por mi situación laboral.

Pero también tengo que ser justa. No puedo reprocharle a Joon que me este “sorprendiendo” con su comportamiento. Estas fueron cosas que siempre estuvieron pero que hasta ahora me las aguante pensando, esperando, rezando que algún día fueran distintas.  Bien, evidentemente el acercamiento cultural no fue suficiente y aun hay un océano que nos separa. Pero tampoco le hechemos toda la culpa a los usos y costumbres de nuestros respectivos pueblos originarios. Convengamos que han de haber características propias de cada uno que han hecho que la interacción entre los dos haya sido lo que fue. Uno es hasta donde el otro permite ser.

Como sea, actitudes como esta me demuestran que Joon no va a cambiar y yo ya de esto no quiero mas para mi. Por que ahora? Es una pregunta valida. Sera que en la soledad de Japón mal o bien Joon era mi único páramo de contención emocional. Sera que hace ya 2 años que estoy de regreso entre los míos, viviendo según mis usos y costumbres. Sera que recordé que es posible vivir otro tipo de relación. Sera que recordé que estoy viva y puedo elegir.

Ahora tengo dos opciones. Puedo contestar el mail o pretender que nunca llego. Pero no esta en mi esconderme y no dar la cara. Se me ocurren mil cosas para escribir pero con los hombres (y no es exclusividad de los hombres coreanos) hay que ser concisa y directa para que el mensaje llegue. Y quiero que esta vez mi mensaje llegue. Fuerte y claro.

domingo, 4 de noviembre de 2012

El fin de una era

Esta ultima semana fue muy movilizadora. Y lo que detono todo fue el llamado frustrado por Skype de Joon  (coreano, 7 años de relación, nos conocimos en Japón, el sigue allá, yo me volví) el domingo pasado. Me quede esperándolo 2 horas pero no apareció. Por la diferencia horaria (12 horas) solo podemos hablar los fines de semana y hacia 2 semanas que no hablábamos. Su mail de dos líneas “Perdón, me quede dormido. Lo lamento” y su silencio ante mi falta de respuesta (jamás dejo un mail sin responder), me descoloco por un lado pero reafirmo ciertos conceptos por el otro.

Siempre hubieron cosas de Joon que no me cerraron. Hasta ahora me las calle en respeto a sus tiempos, tratando de comprender la diferencia cultural, esperando que algún día nos pudiéramos encontrar a mitad de camino.

Pero me canse. Hacia rato que me venia cansando. Me canse de tener que entender, de tener que interpretar, me canse de esperar. Mas allá del amor que se pueda sentir por el otro, yo entiendo a una relación como la satisfacción mutua de aquellas necesidades mas profundas. Y si la persona que esta al lado de uno no las satisface es momento de dar un paso al costado.

Por supuesto que duele. Duele por los tiempos vividos, los planes inconclusos, los sueños rotos.

Me siento grande (tengo 37), sola y sin rumbo. Aunque a la distancia, yo estaba (o creía estar) “en una relación” y ya no puedo tildar mas esa casilla. Y de repente la soledad se hizo presente en mi vida.
Me golpeo en la cara en el silencio de la noche justo antes de dormir – “Paula, estas sola, sin pareja”. Chan! Y es causal de noches de insomnio.

Bajo todo punto de vista la soledad es desagradable pero no hay que desesperar porque se le puede sacar provecho.

Si algo bueno tiene la soledad es que te hace sentir que tocas fondo, que peor no se puede estar. Y si peor no se puede estar, solo se puede estar mejor. Otro punto beneficioso de la soledad es que te obliga a hacer una mirada interior. Mirarse hacia adentro no siempre es simpático ya que no siempre puede gustarte lo que ves. Pero reconocerse es el primer paso para cambiar aquello que no nos gusta. Y siempre se puede cambiar. Mirarse hacia adentro es también una oportunidad para explorarse y descubrir cuales son aquellas cosas que te hacen sonreír, que te llenan el espíritu, que te hacen sentir bien. Por mas tontas, chiquilinas o poco remunerativas que sean. Un curso, un proyecto, un hobby. Algo que te haga una caricia al alma. Si la vida en este momento no te sonríe, busquemos la forma de hacernos sonreír a nosotros mismos.

La ruptura emocional con alguien es una oportunidad para reforzar la relación con uno mismo. No se trata de volverse narcisista ni de cerrarse al mundo, sino de hacer un reordenamiento interno, crecer y así saltar a una nueva etapa.