Dicen
los que saben, que la razón que subyace a la longevidad del pueblo nipón es su
sana alimentación. Y si de alimentos sanos se trata, los japoneses no se cansan
de exaltar las bondades del natto, que consiste en poroto de soja fermentado.
Lo consumen principalmente en el desayuno pero lo he visto también como acompañamiento
en los almuerzos. Si la descripción del natto suena de por si repugnante, el
sabor y el olor son infinitamente mas inmundos. Aún así no hay japonés que se
resista a la tentación de instar a que un extranjero saboree este milagro
culinario.
Recuerdo
mi primer viaje a Japón (me fui sola de mochilera a recorrer el país
durante un mes). Una encantadora familia amiga me invito una noche a quedarme a
dormir en su casa. Me llenaron de atenciones y regalos a tal punto que me sentí
como si fuese la reencarnación misma de Buda. A la mañana siguiente estaba
lista para firmar el acta de adopción. Hasta que me enfrente a la mesa del desayuno.
Y ahí lo vi. El legendario natto del que hasta ese momento solo había leído en
libros de viajeros, me estaba mirando con desafiantes ojos color
fermento. “Es muy muy bueno para la salud, Paula-san”, me decían y hacían
ademanes para animarme a comer. Paralizada, los contemplaba enroscar los hilos
de fermento en sus palitos y llevárselos a la boca. La repugnante escena y el
penetrante olor nauseabundo del natto me despojaron de cualquier deseo de
ingerir alimento alguno. “Gracias, solo café para mi, por favor”, amablemente conteste.
Durante
todo el viaje tuve la cámara adosada al cuerpo y, como poseída por el espíritu
de Nikon, le sacaba fotos a prácticamente cualquier cosa. Hasta que me percate
de algo: “donde están las embarazadas y los niños pequeños en este país?”. Y
fue entonces que decidí comenzar a documentar estos furtivos encuentros. De las
3000 fotos que traje de Japón, debo tener algo así como 2 de mujeres encinta y
de una de ellas aun hoy estoy en duda (creo que a la pobre solo no la favoreció
el ángulo). Y algo similar ocurría con las criaturas. Si bien era
considerablemente mas habitual toparse con un japonesito por la calle no
abundaban y muy rara vez se los veía en grupo. Temiendo
el encarcelamiento por sospecha de depravación, contuve mi fascinación por los
niños japoneses y solo les tome algunas fotos. Al día de hoy aun no puedo
identificar cual es mi favorita.
No se muy bien a que se debe mi debilidad por los niños asiáticos. Sera que me rememoran mi propia infancia cuando mi madre me apodaba “chinita” por mis ojos rasgados. De grande fui perdiendo mi encanto asiático (entre otros) y si no fuera por mis desproporcionados segundos dedos del pie, antiestético estigma heredado de mi padre, hace rato que habría pedido explicaciones al tintorero del barrio.
No se muy bien a que se debe mi debilidad por los niños asiáticos. Sera que me rememoran mi propia infancia cuando mi madre me apodaba “chinita” por mis ojos rasgados. De grande fui perdiendo mi encanto asiático (entre otros) y si no fuera por mis desproporcionados segundos dedos del pie, antiestético estigma heredado de mi padre, hace rato que habría pedido explicaciones al tintorero del barrio.
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